sábado, 9 de junio de 2012

Ese maldito miedo a la soledad

Esa terrible pesadilla en la que despierto a media noche en una cama vacía, me levanto con un momiviento brusco y camino silenciosamente por un oscuro y largo pasillo, hasta llegar a un espejo en el que se refleja mi rostro, lleno de las marcas que me ha dejado el paso de la vida; recordándome que los años han pasado en vano y sigo sola, infeliz, vacía.
Ese frío que siento en mi piel al ver personas caminar junto a mí, sin cruzar su mirada con la mía. Un paso desinteresado.
Sigo con mi caminata solitaria mientras veo cómo cae la noche y se me nubla el recuerdo.
Hace tanto que no siento la calidez de un abrazo. Un anhelo que se torna eterno. Sonrisas fingidas y forzadas maquillando aquellas lágrimas privadas de libertad, aquellas lágrimas que poseen todas las palabras que callo, los sentimientos que guardo y los miedos que escondo.
Esta pesadilla de la que no logro despertar parece ser mi vida, parecer ser el destino que me aguarda.
Correr no es suficiente pues siempre parece ser más ágil y yo sólo termino cansada, abatida, sin ganas de seguir luchando. Y empiezo a resignarme, empiezo a comprender que tal vez esto es lo que la vida tiene para mí, o es lo que me queda después de todo lo que he dejado ir.
No queda más que acostumbrarme al sonido que hace el viento en la distancia y a no encontrar otros pasos que no sean los míos, que se hacen cada vez más lentos.
Las razones para respirar se dispersan en el aire y desaparecen. Parece que la vida ha perdido su sentido y las sonrisas su valor. Las lágrimas se han vuelto más saladas y las noches han cambiado de color.
Nadie entenderá jamás el triste vacío que se siente al mirar la luna, imaginar que es la única que te entiende pero aún así se encuentra lejos, a kilómetros de distancia y sigues solo, dejando caer lágrimas que nadie ve.
El temor de no tener un testigo de mi vida y de cada paso que doy al recorrerla. ¿Para qué caminar si nadie me acompaña? ¿Para qué llegar a la meta si nadie lo celebra? ¿Para qué seguir soñando si nadie le regala la realidad a una ilusión?
Vivo con el mismo miedo de no poder ser y no poder estar. El miedo de no encontrar el sentido que siempre he de buscar.
Vivo aterrorizada de dedicar banalmente mi vida en llenar un libro de lágrimas y suspiros en vez de llenarlo de palabras y sonrisas.
Suelo apretar fuertemente mis ojos con la esperanza de sentir unos brazos que salen de la nada y me cubren en silencio, pero no siento nada y no me queda más que abrirlos despacio, con dolor, con la resignación de ver mi mirada y encontrar en ella rastros de tristeza y de un fuerte deseo de entregarle parte de mi ser, de mis días y del mismísimo aire que respiro, a alguien más.
El miedo parece consumirme y me va deteniendo lentamente, abandonando toda ilusión, toda esperanza.
Las velas se apagan mientras se consumen, así como mis ganas, así como mi vida, así como yo.

      

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