domingo, 18 de marzo de 2012

Caminemos.

Toma mi mano y ven conmigo, caminemos en busca de un destino. Subamos algunas montañas, respiremos el aire que sopla en dirección opuesta, rodemos cuesta abajo en las colinas y tropecemos con las piedras sin darle importancia a los raspones; yo estaré allí para cuidarte. No sueltes mi mano, a veces siento miedo de tropezar pero sé que estaré bien si al caer tú me ayudas a levantarme o sencillamente te acuestas a mi lado hasta que pueda levantarme por mí misma. Corramos como niños entre los árboles, riamos hasta que sintamos costillas en el estómago que nos avisen que estamos vivos y que estamos aquí para sentir. Parémonos frente al sol y cerremos los ojos. ¿Sientes como el calor, tan cálido y sutil pareciera abrazarte en silencio? Las esporas en el aire nos rodean y acarician suavemente nuestra piel. Sensaciones tan delicadas que pueden agitar las emociones. Tan parecido a un beso. Tan parecido a ti. Al llegar a la cima de la montaña, detengámonos a ver el atardecer, recostemos nuestros agotados cuerpos sobre el suelo. Apoyaré mi cabeza sobre tu pecho y sentiré tu respiración, agitada y  convulsa. Disfrutemos de la vista porque desde arriba el panorama siempre es más placentero, ¿y qué mejor forma de disfrutarlo que contigo? ¿qué mejor forma de ver los logros que al lado de la persona que te ayudó a luchar?

Entonces, ¿caminas conmigo?  

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